Tras años de vivir bajo su yugo, el miedo y yo nos conocemos muy bien y digamos que nos toleramos. A veces me viene a visitar y jugamos al gato y al ratón con el lenguaje.
Tenemos un trato, él avisa antes de venir para no pillarme desprevenida y yo le hago protagonista de mis escritos.
Aquí os dejo una pequeña selección:
Mi latido se va debilitando a medida que la burbuja de irrealidad que me protege se desvanece. El miedo y la incertidumbre me esperan ahí fuera con hambre voraz.
Arranca de mi pecho estos miedos que cada día me tienen menos respeto y más devoción. Arráncalos de cuajo, no dejes raíz, hazlo con firmeza y sin compasión.
La sombra de sus miedos planeaba sobre su cabeza como un ave carroñera. Anoche, la fuerza del envite arrastró su mente a aquél paraje gris donde acechan decenas de ideas varadas hambrientas de esperanza. El monstruo que habita allí se alimentó de su sosiego y desgastó su voz aullando miedos en sus oídos.
Me das miedo ∀mor… Temo mirar tus ojos sedientos de mi alma. Temo rozar tus manos deseosas de mi piel. Dulce aroma me seduce. Irresistible dolor me aguarda. Pero te deseo… Tenderé frente a ti mi cuerpo. Mi frágil alma, desecho humano. Esperándolo todo, sabiendo que hay escasez. Rendida, ya nada vale. Sólo tú, ∀mor…
Quiero poder abrazarte miedo a contagiarte.
El hombre es el único animal que tropieza dos veces con el mismo miedo.
El futuro, un abismo ineludible hacia el que caminamos con los ojos vendados. Pero recuerda, sin la sombra del miedo se camina mejor.
Que quede entre nosotros, él no lo sabe, pero el miedo debería temerme a mí; si abusa de mi tiempo y quiere volver a ser la emoción reinante, puedo amordazarle con mis palabras, cerrar la tapa del cuaderno y acallar su voz para siempre reduciéndolo a un vago recuerdo.
Olga es Entelequia 
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