El dolor, cruel y esperpéntico espantajo. Otro gran parásito intrusivo, primo hermano del miedo y pariente más que cercano de la tristeza, la ira, la ansiedad y la frustración.
Aquí no puedo hablar de tolerancia, como en el post anterior, esto es más bien una forzosa convivencia con un ser tan invisible como invasivo.
El dolor físico, sensorial y emocional se experimenta como una vivencia traumática, desagradable y devastadora, sobre todo cuando se convierte en un huésped crónico, en una rémora para el ejercicio de existir.
Tras esta «amable» presentación, ¿se podría decir algo bueno de semejante esperpento?
Lo cierto es que sí, se puede convertir en una fuente de inspiración muy prolífica si sabes escuchar su idioma.
Aquí os dejo una pequeña selección de escritos susurrados por él en mi oído, extraídos e mi cuenta de Twitter: @Entelequia12
Vivía en una eterna dicotomía. Ardía en lacerante dolor su alma, mientras que su mente era un permanente aguacero de interrogantes mudos.
El dolor carcomía su dulzura día tras día. La hiel, como escarcha, eclipsaba su sonrisa tornándola en una mueca de aflicción mal disimulada.

Quisiera desdibujar tu atlas del dolor, borrar las constelaciones que dejó sobre tu piel la desazón de la razón. Soplar fuerte y reducirlas a polvo sideral.
Yo te ayudaré en tu desescalada de dolor, pues solo con el amor consigue exorcizarse el dolor.

El pasado es como un látigo: todo lo que no hayamos logrado superar, reverberará con dolor y angustia en el presente. Duele llegar a una conclusión así, pero prefiero la lucidez hiriente a una ceguera autoinducida.


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Alimentad al dolor con arte en todas sus manifestaciones.Atiborrad sus fauces con colmenas de versos.
Quemad su retina con sublimes imágenes.
Inundad sus oídos con música, de todos es sabido que amansa a las fieras.
El arte es un arma de autodefensa sin parangón y está al alcance de todos.

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